La evolución del entrenamiento del corredor
Cuando comencé en este mundo del atletismo popular, nunca imaginé que acabaría donde estoy. Ni siquiera me planteaba hacer más de dos vueltas al parque que estaba al lado de mi casa. Cuando empiezas a correr, lo único que quieres es que la sesión acabe cuanto antes . Aún recuerdo cómo el primer día que salí al parque a intentar trotar algo más rápido que las señoras mayores que paseaban alegremente por el parque, sólo aguanté 11 minutos corriendo . Llegué a casa tan frustrado y cansado que me intenté convencer de que eso no era para mí, a pesar de mis felices tiempos de atleta escolar.
Pero un amigo me dijo que debía ser constante , y al final, día a día, iría cogiendo gusto por este deporte. Dos días después, a pesar de las terribles agujetas (que, por supuesto, el agua con azúcar no evitaron, qué ingenuo era por entonces) traté de aguantar un minuto más . No lo conseguí, pero sí el tercer día. Y dos semanas después ya era capaz de trotar 20 minutos seguidos unos tres días por semana. Antes de salir de casa, medía los minutos que sumaban varias canciones, hasta alcanzar 20 o 25, y cuando acababan de sonar en mi reproductor mp3, paraba satisfecho y me volvía a la ducha. No llevaba ni cronómetro .
El caso es que cada vez te sientes mejor, en forma, bajas peso y cambia tu hasta tu humor. Así que quieres más. Pero empiezas a leer consejos en Internet y revistas especializadas. Y te enteras de que hay ritmos, que la velocidad no se mide en km/h, si no en min/km (qué raro) y que además de rodar hay que hacer series y fartleks y cosas así. Pero eso me parecía raro y lejano. Así que seguía a lo mío. Mi afán era bajar mi tiempo en la vuelta al parque. Empezaba sin calentamiento, sin estiramientos. Y, mágicamente, cada vez lo hacía más rápido. El subidón , lo entenderéis los que habéis pasado por ello, era tremendo. Ahí decidí usar por fin el cronómetro de un viejo reloj que tenía por casa.
Pero un amigo me dijo que debía ser constante , y al final, día a día, iría cogiendo gusto por este deporte. Dos días después, a pesar de las terribles agujetas (que, por supuesto, el agua con azúcar no evitaron, qué ingenuo era por entonces) traté de aguantar un minuto más . No lo conseguí, pero sí el tercer día. Y dos semanas después ya era capaz de trotar 20 minutos seguidos unos tres días por semana. Antes de salir de casa, medía los minutos que sumaban varias canciones, hasta alcanzar 20 o 25, y cuando acababan de sonar en mi reproductor mp3, paraba satisfecho y me volvía a la ducha. No llevaba ni cronómetro .
El caso es que cada vez te sientes mejor, en forma, bajas peso y cambia tu hasta tu humor. Así que quieres más. Pero empiezas a leer consejos en Internet y revistas especializadas. Y te enteras de que hay ritmos, que la velocidad no se mide en km/h, si no en min/km (qué raro) y que además de rodar hay que hacer series y fartleks y cosas así. Pero eso me parecía raro y lejano. Así que seguía a lo mío. Mi afán era bajar mi tiempo en la vuelta al parque. Empezaba sin calentamiento, sin estiramientos. Y, mágicamente, cada vez lo hacía más rápido. El subidón , lo entenderéis los que habéis pasado por ello, era tremendo. Ahí decidí usar por fin el cronómetro de un viejo reloj que tenía por casa.
El progreso
Y entonces llegó el grupo de corredores del gimnasio (en el que hasta entonces poco hacía salvo pasar el rato convenciéndome de que estaba quemando calorías a base de pesas y bicicleta estática). Y en ese grupo había gente con bastante experiencia y, lo mejor, un entrenador que nos guiaba.
Así que el entrenador comienza a enseñarte los trucos básicos del entrenamiento , y te cuenta cómo debes calentar; y te enseña técnica de carrera, cómo hacer las series, los cambios de ritmo, la importancia de hacer ciertos ejercicios de fuerza y, lo más importante, te prepara el plan de entrenamiento para terminar tu primera carrera de 10 kilómetros .
Lo hice y mi tiempo, muy discreto en aquel momento, me dio igual. Había aprendido a entrenar y era ya finisher de una carrera. Además, me encantaba correr. ¿Qué más quería?
Pues sí, había más. Mucho más. A esa le siguieron otras, y de ahí a preparar el plan para tu primer maratón hay un paso. Con mis amigos corredores (cada vez eran más) ya era capaz de hablar de nuestros entrenos de series , de cuántas y cuáles era mejor hacer para preparar una carrera de 5 kilómetros y del ritmo al que había que ir en un 10K para bajar de 50 minutos. Incluso por tramos, si la carrera en cuestión no era totalmente llana.
Y fue cuando tuve que comprar mi primer reloj con GPS . Por no quedarme desfasado con respecto a mis amigos corredores, y porque se convirtió en una herramienta imprescindible para medir mis progresos en los entrenamientos y las carreras . Hasta empecé un diario de entrenamientos, donde apuntaba las sesiones y el número de kilómetros y las carreras que hacía al mes.
Y cuando llegó el plan de entrenamiento para el primer maratón, yo ya era casi un experto. O eso creía. Porque nunca dejas de aprender. Y tuve suerte de hacer caso a mis amigos con más experiencia y seguir siempre las pautas y recomendaciones que te marca un entrenador .
Hoy en día los planes de entrenamiento tienen pocos secretos para mí. Mido los tiempos de las series, las hago habitualmente en pista o en una recta marcada que hay en el parque. Hago tiradas a ritmo de maratón, fartleks y circuitos de fuerza como si llevara décadas metido en ello. Y mi nuevo reloj GPS con pulsómetro es de lo último del mercado.
Pero hay algo curioso. Aunque el sufrimiento de un plan de entrenamiento meticuloso y profesional te llena de satisfacción cuando cruzas la meta, cuando más disfruto corriendo es cuando me olvido (a veces de forma premeditada) el reloj en casa y salgo a trotar sin pensar en ritmos o tiempos. Esa es la magia que tiene este deporte.
Y entonces llegó el grupo de corredores del gimnasio (en el que hasta entonces poco hacía salvo pasar el rato convenciéndome de que estaba quemando calorías a base de pesas y bicicleta estática). Y en ese grupo había gente con bastante experiencia y, lo mejor, un entrenador que nos guiaba.
Así que el entrenador comienza a enseñarte los trucos básicos del entrenamiento , y te cuenta cómo debes calentar; y te enseña técnica de carrera, cómo hacer las series, los cambios de ritmo, la importancia de hacer ciertos ejercicios de fuerza y, lo más importante, te prepara el plan de entrenamiento para terminar tu primera carrera de 10 kilómetros .
Lo hice y mi tiempo, muy discreto en aquel momento, me dio igual. Había aprendido a entrenar y era ya finisher de una carrera. Además, me encantaba correr. ¿Qué más quería?
Pues sí, había más. Mucho más. A esa le siguieron otras, y de ahí a preparar el plan para tu primer maratón hay un paso. Con mis amigos corredores (cada vez eran más) ya era capaz de hablar de nuestros entrenos de series , de cuántas y cuáles era mejor hacer para preparar una carrera de 5 kilómetros y del ritmo al que había que ir en un 10K para bajar de 50 minutos. Incluso por tramos, si la carrera en cuestión no era totalmente llana.
Y fue cuando tuve que comprar mi primer reloj con GPS . Por no quedarme desfasado con respecto a mis amigos corredores, y porque se convirtió en una herramienta imprescindible para medir mis progresos en los entrenamientos y las carreras . Hasta empecé un diario de entrenamientos, donde apuntaba las sesiones y el número de kilómetros y las carreras que hacía al mes.
Y cuando llegó el plan de entrenamiento para el primer maratón, yo ya era casi un experto. O eso creía. Porque nunca dejas de aprender. Y tuve suerte de hacer caso a mis amigos con más experiencia y seguir siempre las pautas y recomendaciones que te marca un entrenador .
Hoy en día los planes de entrenamiento tienen pocos secretos para mí. Mido los tiempos de las series, las hago habitualmente en pista o en una recta marcada que hay en el parque. Hago tiradas a ritmo de maratón, fartleks y circuitos de fuerza como si llevara décadas metido en ello. Y mi nuevo reloj GPS con pulsómetro es de lo último del mercado.
Pero hay algo curioso. Aunque el sufrimiento de un plan de entrenamiento meticuloso y profesional te llena de satisfacción cuando cruzas la meta, cuando más disfruto corriendo es cuando me olvido (a veces de forma premeditada) el reloj en casa y salgo a trotar sin pensar en ritmos o tiempos. Esa es la magia que tiene este deporte.
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